El inicio de la lactación está condicionado por una buena gestión de la dieta durante el periodo anterior al parto. Sin embargo, la gestión del riesgo de trastornos metabólicos se extiende al inicio de la lactación. Por ello, el principal objetivo del racionamiento de precisión al inicio de la lactación es garantizar la producción lechera de la vaca. ¿Cómo? Sincronizando la ingesta de proteínas y energía para controlar mejor la condición corporal de la vaca y reducir así el riesgo de problemas de fertilidad o trastornos metabólicos como la acidosis.
Entre el parto y el pico de lactación, las necesidades de la vaca aumentan fuertemente. La capacidad de ingesta de la vaca lechera se reduce considerablemente en las semanas siguientes al parto. Las necesidades de mantenimiento y lactancia no pueden cubrirse estrictamente. Por lo tanto, se movilizan las reservas corporales para superar este déficit energético. Esta movilización, considerada como normal, no debe ser tomada a la ligera por los ganaderos. Así pues, es esencial controlar el equilibrio de la alimentación en estas primeras semanas de lactación, para no aumentar el riesgo de aparición de trastornos metabólicos energéticos como la cetosis.
A diferencia de la energía, la materia nitrogenada es muy poco almacenable o movilizable por el animal. Dada la reducida capacidad de ingesta de alimento al principio de la lactación, la carencia de proteínas puede ser importante en las vacas de alta producción. Sin embargo, un déficit proteico conduce a una disminución de la ingestión, lo que resulta en un aumento del déficit energético.
Por lo tanto, es inevitable un suministro simultáneo de concentrados proteicos y fuentes de energía para permitir una sincronización de las ingestas en el rumen y optimizar la flora microbiana.